jueves, 2 de enero de 2014

Boliches

O Chebolis, como diría mi amiga (Juli), son esos lugares donde uno va a pasarla bien con alcohol, gente de tu generación (aproximadamente) y música.
Particularmente, no me gusta ir a bailar, lo irónico es que siempre me acuerdo de esto una vez que ya estoy adentro.
En realidad, nunnca fui a bailar de noche, fui un par de veces a Matinee y a tres fiestas de egresados pero eso no disminuye el efecto que me producen.
Hacer una fila con un montón de gente previamente alcoholizada, entrar e intentar imitar el estúpido ritmo de una música que no me gusta, imitando a aquellos que la bailan normalmente y transpirar por tanto contacto físico pero sin tanta diversión. Y ojo, también hay que cuidarse de los que meten mano.
Entonces vos entras al boliche re tranquila con tus amigos (si no vas de a grupo, nunca voy a entender el sentido de tu vida) o conocidos, si es que solo conoces a una persona que te invitó y te pintó ir igual.
Adentro hay una multitud de gente, molesta. No es como cuando vas a un recital y el chivo del gordo que se te pega no te jode porque vos estas en la tuya cantando Can I play with Madness?, es mucho peor. Es el sudor de la pubertad y pseudo pubertad. Si resulta que no entraste en grupo por X motivo, tenes que lograr encontrar a los tuyos en un mar de gente y todos sus laberintos.
La música es tan estridente que te dificulta escuchar incluso tus pensamientos, si no te escuchas ni a vos, menos al que tenes parado al lado y siempre se presentan dos situaciones.
Situación A: -Hola ¿Cómo estas?
- Matias  ¿Vos?
-Recién llego ¿Sos amigo de Nico?
-Vengo de Ballester ¿Y esa quien es?
-No gracias, no tomo.
Esto es cuando hablas a los gritos y nada de lo que digas o discutas con los demás tiene sentido. Ya después de un rato te das cuenta que la conversación no va para ningún lado y seguís convulsionando al ritmo del electro remixado, una abominación generacional.
Situación B: Si estas tan sordo como yo, es clásico que decidas hablar en el oído. Sáquense la imagen sugerente de la cabeza porque es lo menos divertido que hay: el aire caliente en tu oreja, las palabras no se entienden y esta tan cerca que podes ver que tiene una carie en la muela de juicio.
Además que excluye a cualquiera de su conversación.
-Hola ¿Cómo te llamas?
-Juan ¿Vos?
-Charlotte ¿Vas al colegio con Matias?
- Si, pero al otro curso.
Seamos claros, normalmente si alguien te queda en esta situación, se ve un poco mal pero yo soy tan “inocente” que me importa muy poco. Si te quiero hablar, te hablo.
En Point(nombre falso creado por mi, mis hermosos) fui a dos fiestas de egresados, reggaeton, electro y cosas que no sé ni en que definición entra, es la música que suelen pasar. Casi me da ganas de llorar cuando escucho que ponen El Sensei o cualquier otro tema de Rock que valga la pena. Cuando fui a Panic, la música era otra cosa. Puro electro, y bloques chiquitos de porquerías y buena música pero más que nada Electro. Considerando el suelo mojado, no podía meterme en el pogo, así que decidí quedarme afuera.
Después de un rato el electro me agota todo los sentidos, ya hace que me duela la cabeza ese sonido de disco rayado.
Algo así se ve como bailo.
Y yo bailo, al principio me dedico a imitar a alguna de mis amigas. O por lo menos a las que se las puede imitar, algunas mueven el bote como si las hubieran sacado de un vídeo de Miley Cyrus.  Cuando me canso, bailo como se me antoja, algunas veces imito a un conocido mío, otras a Uma Thurman en Pulp Fiction o incluso a Travolta. Me divierto, y eso es lo mejor. Aunque lamento que mis amigas no sean precisas partidarias del ridículo pero yo siento que es lo único que puedo hacer.

Tomar alcohol esta bien, siempre y cuando lo que tomes no sea equivalente a “ si seguís tomando, te vas a quedar preñada”; “toma otro vaso y comete a ese flaco”; “Seguro que ese pibe de 23 es tu viejo, subite a su auto y quebrá en la alfombra”.
 Si salís a bailar por donde vivís, conoces a todos. Si salís a bailar por otra zona, no conoces ni a tu sombra. Los boliches son lugares que se suponen que son divertidos, pero no lo son.
Siempre que fui ocurría algo que hacía que la siguiente vez me olvidara de la estupidez que opinaba y fuera optimista: Conocer a alguien, situaciones de risa o de llanto, un amigo que nos hizo la noche. Ahora tarde recuerdo que estas cosas no pasan siempre.
Soy una eterna inconformista, pro bares. 
                                Charlotte              

No hay comentarios:

Publicar un comentario